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A cien años de la Reforma Universitaria

El 15 de junio de 1918 en la Universidad de Córdoba comenzaba lo que la historia registró como "la Reforma Universitaria de 1918". Dicho movimiento reflejó una de las páginas más simbólicas y representativas de nuestra historia nacional contemporánea.

15 de junio de 2018 Fuente: http://www.mendoza.edu.ar/reforma-universitaria-de-1918/
imagen A cien años de la Reforma Universitaria

La Reforma Universitaria dio origen a una amplia tendencia del activismo estudiantil. Los integrantes que movilizaron los sucesos de 1918 formaban parte de distintas agrupaciones estudiantiles. Provenían de diversas vertientes ideológicas y se definieron como «reformistas». Entre sus postulados se encontraban, y aún vigentes, la autonomía universitaria, el cogobierno, la extensión universitaria, la periodicidad de las cátedras y los concursos de oposición.

Indudablemente forma parte de las notas distintivas que mayor prestigio nos deparara como país en el contexto de las naciones desde ese momento hasta nuestros días:

La Ley Electoral y la llegada al poder del radicalismo alentó las esperanzas de la clase media de acceder al ascenso social de sus hijos por medio del ejercicio de profesiones liberales.

El sistema universitario vigente era obsoleto y reaccionario. Los planes de estudio estaban décadas atrasados.

A fines de 1917, las autoridades de la Universidad de Córdoba modificaron el régimen de asistencia a clase y cerraron el internado del Hospital de Clínicas.

Los estudiantes se movilizaron y crearon un “Comité pro Reforma” que se reunió el 31 de marzo de 1918 en el Teatro Rivera Indarte y declaró la huelga general estudiantil.

El Consejo Superior reaccionó clausurando la Universidad el 2 de abril. La Reforma se iba contagiando en distintas partes del país mientras los jóvenes de Córdoba disolvían el Comité pro Reforma y fundaban la Federación Universitaria de Córdoba (FUC).

Los sectores reaccionarios, horrorizados por la “insolencia” de la movilización estudiantil, cerraron filas bajo el nombre de “Comité pro Defensa de la Universidad” y en los centros Católicos de Estudiantes.

Una delegación de estudiantes viajó a Buenos Aires y se entrevistó con el presidente Yrigoyen, quien nombró interventor al procurador general de la Nación, José Nicolás Matienzo, quien comprobó la veracidad de las denuncias de los estudiantes y presentó un proyecto de reformas al estatuto.

El informe Matienzo dio sus frutos y, a través de un decreto del presidente Yrigoyen del 6 de mayo, se decidió la elección, por parte de los docentes, del consejo y del rector.

Ante estas medidas los profesores más ultramontanos renunciaron a sus puestos, lo que le facilitó la tarea a Matienzo.

El 28 de mayo fue un día histórico para la universidad argentina: por primera vez se votaron democráticamente los cargos docentes de una casa de altos estudios y resultó electa una mayoría de profesores cercanos al ideario de la FUC.

Pero faltaba la elección del rector. El edificio donde se realizaba la elección estaba rodeado por cientos de estudiantes que al enterarse de una maniobra que tramaban los conservadores, invadieron la sala donde sesionaba la Asamblea destrozando todo lo que pudieron, tirando por las ventanas los cuadros de los profesores. Lo único que quedó en pie y se respetó fue la biblioteca.

Se proclamó nuevamente la huelga general, la revolución universitaria y la universidad libre. Los estudiantes marcharon por la ciudad recibiendo el apoyo de la población en general y del movimiento obrero en particular.

«Acabamos de romper la última cadena»

Aquel Manifiesto Liminar de 1918, publicado el 21 de junio en «La Gaceta Universitaria», días después del histórico suceso y redactado por Deodoro Roca, proclamaba en su primer párrafo: «A los hombres libres de Sud América: acabamos de romper la última cadena». Cadena en la cual no podrán pasar inadvertidos eslabones históricos que marcaron la directa vinculación entre educación y las ideas reformistas en pos de una sociedad más equitativa y mejor preparada para tomar decisiones por su cuenta.

Antecedentes reformistas

En el curso de esa histórica cadena nadie podrá negar la incidencia reformista de Manuel Belgrano. Quien antes de ser vocal de la Primera Junta de mayo de 1810, ya sostenía que para lograr el bienestar, «no solo material sino también humano», era necesario fomentar la educación en todos sus niveles educativos y en todos sus géneros. A lo cual agregaba: «tanto en la ciudad como en la campaña». Pero además podríamos sostener, que así como Sarmiento representó el estadista que impulsó el laicismo y la obligatoriedad en la educación argentina, debemos a Belgrano el aporte de estimular la gratuidad y la incorporación de la mujer al sistema educativo.

Quién podrá negar como otro eslabón insoslayable de esa cadena, los aporte de aquella generación de fines de siglo XIX, que estableció una nueva «misión» para la escuela, salvando al país del analfabetismo crónico y quitándole a los sectores acomodados el monopolio del abecedario. Imposible despegar de todo esto a la prédica y los inteligentes postulados de Sarmiento, como así también a la progresista Ley de Educación Común N° 1420 de 1884.

Pero tampoco, nadie podrá negar el enorme valor reformista, en esta sucesión de hitos progresistas, de la Ley Sáenz Peña o Ley 8871. Ley sancionada por el Congreso de la Nación Argentina en febrero de 1912, que estableció el voto secreto y obligatorio por medio de la confección de un padrón electoral. La ley sancionada permitió, algunos años después, el triunfo de un partido popular y consagrar al radical Hipólito Yrigoyen como presidente del país, y sin cuya voluntad política nada de lo conseguido hubiera sido posible.

Mi hijo el doctor

En 1918 había tres universidades nacionales: la de Buenos Aires fundada en 1821, la de La Plata nacionalizada en 1905 por el doctor Joaquín Víctor González surgida a partir de la Universidad Provincial de La Plata de 1897 y la Universidad de Córdoba fundada en 1613 por los jesuitas, conservando aún en 1918 muchas de las características elitistas y clericales de sus comienzos cuando los profesores llegaban a las cátedras a través de designaciones arbitrarias o directamente heredando los cargos [1].

Además de las tres universidades nacionales citadas (Buenos Aires – La Plata – Córdoba), existían dos universidades provinciales, que entre 1920 y 1922 pasarían a ser nacionales: la de Tucumán y la del Litoral. Mientras que es importante resaltar que a principios de siglo XX se habían fundado los primeros centros de estudiantes en la Universidad de Buenos Aires: en Medicina (1900), en Ingeniería (1903) y en Derecho (1905). La FUA (Federación Universitaria Argentina) había nacido en abril de 1918, nucleando a las distintas federaciones y organizaciones estudiantiles de las diferentes universidades, hecho pionero que dio sustento al inmediato movimiento reformista de Córdoba.

Esos estudiantes universitarios de Buenos Aires, La Plata y Córdoba, pertenecían en su gran mayoría  a familias de una reciente clase media formada a partir de la gran ola de inmigrantes europeos y de sus descendientes. El número de estudiantes en estas universidades había aumentado de 3.000 a 14 entre 1900 y 1918. Fueron ellos quienes comenzaron a exigir reformas que modernizaran y democratizaran la universidad.

El acceso a las universidades públicas generó fuertes enfrentamientos entre las clases medias y los miembros de la elite. La obtención de un título universitario significaba, para los sectores medios, la posibilidad de ascenso social, ya que era el requisito necesario para ejercer las profesiones liberales.

Mientras tanto, el gobierno radical de Yrigoyen apoyó a los estudiantes en la puja por implementación de las reformas y extendió las conquistas a las otras universidades nacionales.  Su expansión se verá además cuando en 1921 se realice en México, el Primer Congreso Internacional de Estudiantes que creará la Organización Internacional de Estudiantes.«Una vergüenza menos y una libertad más». En contexto La Reforma universitaria no se redujo exclusivamente a ese año (1918), ni a la Universidad de Córdoba. Fue un episodio que puso en descubierto un espíritu de reformismo generalizado, teniendo un impacto político inmediato muy fuerte en todo país.En correlación con los sucesos que vivía Argentina y el mundo, en junio de 1918 la juventud universitaria de Córdoba inició un movimiento por la genuina democratización de la enseñanza, cosechando rápidamente la adhesión de todo el continente.«Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana»; continuaba el Manifiesto Liminar.

Contextualizando, agregamos que la reforma universitaria se desarrolló en los virulentos tiempos de la primera guerra mundial. A un año que los norteamericanos se incorporan a la guerra. A ocho meses de la revolución rusa. Pero también en tiempos en que Albert Einstein propuso su revolucionaria teoría: Teoría de la Relatividad General (1916).

A ocho años del comienzo de la revolución mexicana con un fuerte protagonismo de los sectores campesinos.  A casi dos años de la llegada del radicalismo al poder nacional.  Mientras que en Mendoza, en 1918 era electo gobernador el sancarlino José Néstor «el gaucho» Lencinas, cuya gestión se caracterizó por un fuerte sesgo reformista en el campo social [2].

Por ende, la Reforma Universitaria de 1918 no solo dio inicio a un cambio radical de la educación superior del país, fue animador protagónico de un momento histórico mundial, estableciendo un punto de partida en la naciente modernidad, anticipándose medio siglo al «Mayo Francés» y a las revueltas estudiantiles en Estados Unidos durante los ‘60 y ’70, extendiendo su influencia a todas las universidades del mundo. Más aún, habían pasado más de setenta años cuando, ante las protestas lideradas por estudiantes en la República Popular China, los postulados reformistas de Córdoba volvieron a cobrar vida en la Plaza de Tiananmén  (1989) ante la masacre y la persecución.

La lucha continúa

Luego de meses de luchas y tras el estallido de junio del ‘18, intervenciones de por medio y tomas universitarias, el 12 de octubre de 1918, se suscribió un decreto por parte de Yrigoyen, apoyando las reformas que contempló ampliamente los reclamos estudiantiles. Esa rebelión reformista marcó una ruptura con el elitismo dominante de la época y el nacimiento de la universidad autónoma y democrática.

La universidad pública, plural, gratuita y cogobernada es la característica de la educación argentina. Permitió pensar en un país con mejores oportunidades de desarrollo para todos, contando en su origen épico con el empuje de un grupo de estudiantes que tras una larga lucha tomó la Universidad de Córdoba, revirtiendo con su protesta una votación que había sido claramente manipulada por sectores conservadores del poder clerical.

Aquel reclamo persiguió el objetivo de abrir la enseñanza a las distintas tendencias, aceptando a todos los pensadores que tuvieran autoridad moral o intelectual para enseñar en las aulas.

Se propugnaba, por consiguiente, en las medidas reformistas: la libertad de cátedra, la asistencia libre, la periodicidad de la cátedra, el libre ejercicio de la docencia, los concursos para la distribución de cargos, la publicidad de los actos universitarios, la gratuidad de la enseñanza, los seminarios y formas de enseñanza donde el estudiante tuviera posibilidad de intervenir propositivamente y la extensión cultural por fuera de la estructura universitaria. En suma, la democratización de la enseñanza universitaria.

Las reivindicaciones reformistas bregaban además por la renovación de las anquilosadas estructuras universitarias, la implementación de nuevas metodologías de estudio y enseñanza, el razonamiento científico frente al dogmatismo, la libre expresión del pensamiento, el compromiso con la realidad social y la participación del claustro estudiantil en el gobierno universitario.

Por esta razón, el reformismo no debe reducirse a un glorioso momento histórico. Debe pensarse como el mejor legado para redefinir continuamente los postulados de la latente democracia y de todos los derechos humanos.

Fuente: http://www.mendoza.edu.ar/reforma-universitaria-de-1918/

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